Por el Dr. Alberto
Barajas
Como un pequeño
homenaje de "el Irracional" a la memoria del Dr. Alfonso Nápoles
Gándara, quien murío el 11 de noviembre de 1992, a continuación
presentamos una semblanza del mismo, escrita por el Dr. Alberto Barajas,
Profesor Emérito de la Facultad de Ciencias de la UNAM, para el
libro "Nuestros Maestros" (1¼ tomo 1992. DGAPA)
El misterioso azar
nos reunió a un joven profesor de matemáticas y a mí
en un palacio, en 1930. Ese año sería crucial en nuestras
vidas, pero creo que ninguno de los dos lo presentía cuando lo
escuchaba yo atentamente disertar sobre las variaciones del trinomio de
segundp grado.
La Universidad estaba
estrenando autonomía, la que conquistó en la lucha de 1929.
En los mexicanos duraba todavía el estremecimiento provocado por
las elecciones de 1928. Un general menospreció la Constitución
y quiso reelegirse, mató a sus dos contrincantes para asegurar
su triunfo, y fue víctima, a su vez, de una mano fanática
instrumento de la justicia inminente. El General Obregón murió
exactamente el día de mi cumpleaños, 17 de julio de 1928.
Entré a la
Preparatoria lleno de expectaciones. Esperaba una respuesta a preguntas
que me quemaban:¿En qué clase de país me había
tocado nacer? ¿Qué sentido tiene la vida humana? ¿
Qué cosa es la universidad, y el amor, y la cultura? Me obsesionaba
sobre todo la que se han hecho los adolecentes de todos los tiempos: ¿Qué
rumbo le daré a mi vida?
Cada día estaba
más desorientado. No podía dormir. Juzgaba a mis profesores
con frialdad implacable. Me parecían menos interesantes que algunos,
magníficos, que habia tenido en la Secundaria 3, Con dos excepciones:
el joven Alfonso Nápoles Gándara y el viejo Erasmo Castellanos
Quinto. Sí, era muy gratas las clases de matemáticas y de
literatura universal.
Como Kafka, fatigué
deseperado los corredores del Palacio de San Idelfonso. Y subitamente
empecé a escuchar voces que parecían venir de algún
confín remoto para calmar mis dolores metafísicos. Una voz
me dijo al oido; "No existe sino anhelos, Barajas. Lo demás
no existe. Por lo menos no existe vitalmente. La realidad de que habla
la ciencia es la realidad pensada; realidad viva sólo la tienen
los objetos cuando en ellos se prende nuestro deseo o nuestra nostalgia.
Tener las cosas no nos importa, importa aspirar a ellas o extrañarlas
cuando ya se han ido. Parecemos los hombres una caravana que camina bajo
el Sol insoportable del desierto. Nos hacemos la ilusión de que
somos mercaderes; pero lo que en verdad queremos es sentir sed. Sed de
saber, sed de amar, sed de gozar y de sufrir, de vivir... de morir...".
Otra me dijo algo
semejante con una metáfora: " Quiero doblar el arco de la
vida hasta que forme un círculo. De mis manos saldrá entonces
la flecha de la existencia que persigo. Correrá entre los bosques,
saldrá sobre un río... El aie herido por su vuelo, irradiará
con luz de constelaciones que vienen del infinito. ¿Podrá
el arco doblarse, sin romperse, hasta formar un cìrculo? La flecha
que saldrá de mi arco, ¿llegará a su destino?".
El mundo empezaba a aclarárseme.
El profesor Nápoles
caminaba muy aprisa, con la mirada hacia adelante.Muy derecho. Tenía
una de esas espaldas sin curvatura que sólo se ven en el colegio
Militar. Parecía no reconocernos fuera de clase. En cambio, en
la clase... tampoco. Sus exposiciones eran muy claras. Calculaba muy bien
la dosis de conocimiento que podíamos absorver sin mayor esfuerzo.
Escribía en el pizarrón lo que era necesario y además
suficiente. No nos abrumaba con dictados inútiles. Su voz era muy
clara también y se escuchaba perfectamente hasta la última
fila.
Un día empezamos
a notarlo nervioso y preocupado. Nos anunció que el curso tendría
que acortarse y el examen final sería en agosto. Por los periódicos
supimos la causa de su inquietud. Se le acababa de conceder la beca Guggenheim
para hacer los estudios superiores de matemáticas en el Instituto
Tecnológico de Massachusetts. Era el primer matemático maxicano
que obtenía tal honor. Nuestro respeto por él dio un salto
cuántico.
Al darnos las calificaciones
del examen coménto brevemente mi trabajo. Su demostración
es interesante, me dijo. Tiene diez. Fue el único que puso.
Para Nápoles
fue seguramente muy angustioso el contacto brusco con el mundo de la ciencia
internacional. En aquella época había una gran distancia
entre la preparación matemática que se podía obtener
en México y la que ofrecián las grandes universidades extranjeras.
Sólo el que ha estado en ellas puede apreciar el esfuerzo heróico
de Alfonso Nápoles para acreditar catorce cursos semestrales de
matemáticas superiores de categoría A con la máxima
calificación de H, aprobado con honor, en once de ellos. En un
lapso de año y medio. Notable.
Regresó a México
en 1932 con un tesoro de conocimientos que ha compartido con sus discípulos
y sin los cuales no hubiera sido posible la colaboración con grandes
cientificos extranjeros. Cuando discutía yo con Einstein una teoría
rival de la suya, la de Birkhoff, pensaba que esa conversación
hubiera sido imposible sin el curso de Cálculo Tensorial que tomé
con Don Alfonso. Al pensar en su vida recuerdo inevitablemente las palabras
que también escuché en mi año terrible, 1930, y que
he mencionado en alguna otra ocasión: "Hay hombres que sólo
entran al combate cuando el Rey está mirando. O son como Aristo,
aquél filósofo tan elegante que sólo filosofaba cuando
sus amigos lo llevaban en una litera lujosa. Hay otros, en cambio, que
trabajan siempre que se necesita. En las condiciones menos favorables;
dispuestos todo el tiempo a cumplir con sus deberes y sus ideales".
La biografía
de Nápoles nos muestra su devoción por las matemáticas
y por la Universidad. Esta prodigiosa Universidad de México que
tanto me desconcertó al principio y que al fin me reveló
cuál era mi destino. Mi dharma. Si en un momento de crisis no hubiera
tenido un profesor de matemáticas tan distinguido probablemente
habría seguido otra carrera.
Alfonso Nápoles
Gándara nació en Cuernavaca el 14 de octubre de 1897. Allí
estudió la primaria. Después estuvo en la Escuela Nacional
Preparatoria y en la Escuela Nacional de Ingenieros donde llamó
la atención del extraordinario Sotero Prieto por su talento y originalidad.
Cuando murió
Sotero, asumió al liderazgo del movimiento matemático en
México. Formó parte del grupo fundador de la actual Facultad
de Ciencias, donde dirigió el Departamento de Matemáticas
de 1939 a 1965. En 1942 su fundó el Instituto de Matemáticas
del que fue el primer director. Inició en Saltillo en noviembre
de 1942 la serie de congresos de matemáticas que se han venido
realizando con tanto éxito a lo largo de muchos años. Como
consecuencia del primer congreso se creó la Sociedad Matemática
Mexicana que presidió hasta 1961. Desde entonces es presidente
honorario Vitalicio.
Ha estado casado felizmente
con la Sra. Guadalupe Salazar. Su hijo es el Arquitecto Alfonso Nápoles
Salazar, muy inteligente, muy creativo, distinguido y respetado en su
profesión.
En fin, como quería
el poeta, Don Alfonso supo empuñar el arco con valentía
y firmeza para lograr que la flecha llegara a su destino.
Septiembre
, 1991 |